Hace tiempo oí una historia que me impresionó mucho. No conozco a ninguna de las protagonistas, pero me impactó tanto que la quiero compartir aquí.
Eran dos hermanas jóvenes, que quedaron embarazadas en la misma época. Una de ellas al considerar su juventud, su falta de dinero y todas las circunstancias adversas que la rodeaban decidió abortar. La otra hermana, aun con las mismas circunstancias en contra, decidió seguir adelante con su embarazo y dio a luz su hijo.
Ahora, cada vez que la primera hermana celebra el cumpleaños de su sobrino, celebra el NO cumpleaños de su hijo, ocasionándole un dolor tan grande que no lo puede soportar. Es tanta su pena que tiene que recibir tratamiento psiquiátrico para intentar solucionar su situación.
Me es fácil comprender el dolor de la hermana que optó por el aborto cada vez que vea a su sobrino, porque pensará inmediatamente en el hijo que pudo haber tenido y que ahora no tiene.
He querido traer aquí esta historia por si puede ser de utilidad a alguien que esté pasando por circunstancias parecidas, porque a la luz de esta dolorosa experiencia se confirma una vez más que optar por la vida es poder celebrar la vida y, a la larga, trae paz.