Carol Everett es una norteamericana que en 1973, cuando se legalizó el aborto en Estados Unidos, estaba casada y tenía dos hijos. Se volvió a quedar embarazada por tercera vez y su esposo le dijo que no quería tener más hijos y que tenía que abortar.
A raíz de este aborto su vida se empezó a complicar, la relación con su marido se deterioró hasta el punto que tuvieron que separarse
El dolor que sentía le hizo volcarse en el trabajo y poco a poco fue entrando en el negocio del aborto hasta que llego a ser la directora de dos clínicas abortivas.
En una ocasión que necesitaba asesoramiento financiero contrató los servicios de un profesional, en seguida Carol notó que este hombre tenía algo diferente por lo que con curiosidad le preguntó:
-¿Eres un predicador?
– Sí.
– ¿Entonces qué estás haciendo aquí?
– Dios me envió.
Él le dijo que estaba allí por un periodo de 30 días porque Dios le había hablado que tenía que ir allí porque había alguien que tenía que salir de allí.
Ella enseguida se defendió diciendo que también ella era cristiana y que hasta tenía una Biblia en su escritorio, que Dios la tenía allí ayudando a las mujeres, y que de todos modos Dios no habla con la gente.
Él le confrontó con la realidad y le preguntó que si quería hacer una oración. Ella aceptó y oro pidiendo perdón a Dios por sus pecados y reconociendo que el Señor Jesús había tenido que morir por ella en la cruz.
Cuándo volvió a la clínica para atender a las mujeres, para su sorpresa se encontró preguntándolas qué si de verdad querían abortar y ese mismo día salvo a tres bebés de la muerte.
Carol veía que debía de salir de allí, por lo que oró a Dios diciendo: Señor, si de verdad existes y no es aquí donde quieres que esté, sacúdeme con algo fuerte para que yo vea claramente que tengo que salir de aquí.
Y la respuesta vino pronto porque en menos de 27 días sus clínicas tuvieron que cerrar por unas malas prácticas que la prensa destapó.
A partir de entonces la vida de Carol cambió, pero aún había un obstáculo, porque aunque ella se sabía perdonada todavía arrastraba la culpa por los más de 35.000 abortos en los que había participado, así que se aferró a las promesas de la Biblia que dicen que Dios no solo perdona el pecado sino que también quita la culpa, hasta que en que en su alma hubo paz.
Ahora Carol ayuda a las mujeres desde su asociación The Heidi Group. (Heidi era nombre que ella habría puesto a la hijita que abortó). Y también da conferencias destapando el lucrativo y turbio negocio del aborto.
Me encanta esta historia porque en ella se ve el amor tan grande que el Señor Jesús tiene para con todos y que en Dios siempre hay una segunda oportunidad.