Hace unos meses me escribió por WhatsApp un amigo de la carrera. Pensaba que sería una conversación más, pero esta vez, además de actualizarnos, tenía algo importante que decirme: su prima de veintitrés años estaba embaraza. Y ni ella ni el novio tenían trabajo… ¿Y ahora qué? Estaba pensando en abortar… Me lo comentó por si yo le podía informar, ya que sabe que he colaborado con una asociación que ayuda a mujeres embarazadas y con niños pequeños.
En Navidades tuvimos la oportunidad de quedar los tres –mi amigo, su prima y yo– para hablar tranquilamente, y ya estaba mucho más animada. Su familia inicialmente se lo tomó regular, porque ninguno tiene trabajo estable y los padres de ambos van justos económicamente. Pero poco a poco se han ido animando y para aquel entonces ya le habían comprado cosas. Además su novio la apoyaba y, sorprendentemente, la mayoría de sus amigas también. Así que todo pintaba cada vez mejor. También me confesó un pequeño detalle: ya había abortado con anterioridad a un hijo de su actual novio. Y no quería volver a pasar por ese calvario.
Finalmente, tuvo al bebé a finales de marzo, ¡y qué alegría más grande! Ahora es el rey de la casa. Además, el niño les está dando la motivación para acabar de estudiar y para buscar trabajo, así que aunque la situación está lejos de ser ideal, es favorable y no deja de mejorar.
Los niños dan vida. Realmente es así. Por ellos sacas la fuerza necesaria para superar los obstáculos que la vida te plantea y una sonrisa suya te sirve de combustible inagotable. Es triste que su primer hijo tuviese que morir para que sus padres entendiesen que esa decisión no fue correcta, pero es precioso ver que aun nuestros peores errores pueden ser usados por Dios para bien. Nunca más volverán a equivocarse.
Marta